jueves, 10 de noviembre de 2011

Por todo, por nada, por tí

Hay veces en que mi cabeza se prohíbe a sí misma, no leer los mensajes que ella sola inventa. Cómo hoy en el desayuno, por ejemplo. No ha podido evitar pensar en cómo sería hacerlo contigo cada mañana, y le ha parecido demasiado bien.
Otras veces llora por dentro.
Y otras simplemente se me escapa para pensarte. Así que de este modo pasa el día. Pasa también las horas, los minutos, y algún que otro segundo.
Pero yo y mi cabeza somos opuestas. Ella prefiere pensarte, y yo prefiero tenerte.
Así que te quedas con esto. Te quedas con esto, y con la seguridad de que esa boca no te pertenece, y queda claro que si es así, es porque me pertenece a mí, y sólo a mí. Hazte a la idea.
Dicho esto, aclaro una cosa más.
Ahí va:
Te odio, te odio con todas mis fuerzas, te odio tanto que te mataría si .n.o. te tuviese cerca.
Aunque no te lo creas ni tú.
Te odio.
Te odio.
¡Te odio tanto que te quiero más!