jueves, 25 de marzo de 2021

Debo admitir que esto me encanta.

Vuelvo aquí  cuando me siento nostálgica. Es como ese hogar calentito y acogedor donde te sientes seguro. Aunque nunca sepa cómo va a recibirme.

En este lugar existen vacíos legales en lo que a sentimientos se refiere, y normalmente me encuentro sorprendiéndome a mí misma. Bien sea con mis palabras o con las tuyas. Y es de justicia reconocer, que me produce una extraña satisfacción llevar años sin saber si estás escribiendo sobre mí, así como espero que te estés volviendo loco por no saber si mis palabras hablan de tí.

Hoy únicamente me atormentaba una idea.

El cómo odiaba tantas cosas que hoy, cuando suceden, me invaden de felicidad. 

Esas cosas que me hacen recordar aquellos momentos de gran intensidad emocional, en los que ni siquiera sabía que era feliz.

Recuerdo odiar por ejemplo, el sabor de aquellas chuches del súper tan malas que mi abuela siempre compraba. Esas chuches que nos daba los domingos por las tardes cuando yo pintaba en folios reciclados, de vete a saber qué cosas, y ella veía pasapalabra mientras tejía aquellos jerséis que tanto picaban, y respondía a la tele en voz alta como si ella misma estuviera en el programa.

Efectivamente. Acabo de comerme una de esas chuches. 

Y oh, dios. 

Cuántos años puede una persona perseguir la felicidad sin saber lo que es hasta que se coma su chuche?

Seguiremos malgastando el tiempo igual que yo divago en este blog. Queriendo hablar de una cosa, empezando por otra, y perdiendome por el camino.